El Aerochamber
Todo cambió en marzo del 2020. En la comida todos hablábamos de eso. Celebrábamos los 40 de mi hermano, en su casa recién estrenada en las montañas. Se oía venir las noticias del virus, de que los niños estarían sin clases quince días, que el presidente decía que no pasaba de eso y que volveríamos a la normalidad pronto. Llegó el primer comunicado hasta ese sábado en la tarde. El domingo en la carretera venia pensando en qué seguía para mi para seguir creando algo, lo que fuera, mi continua lucha interna que he vivido desde mi vida adulta. Sentía en mi corazón que era tiempo de parar, no sabía la magnitud, pero lo alcancé a escuchar.
En la tele habían dicho que tendríamos una semana más para que los niños no fueran al colegio y empezaría el encierro. Yo empecé mi encierro en ese viaje. Llegando a casa, hablé con la gente de mi estudio y empecé el trámite para ir cerrando las puertas, sabía nuevamente en mi corazón que esto era un cambio radical en nuestra vida y no podría sostenerlo sin estar ahí. Jamás había tenido tanto compromiso en mi vida, hablando de negocios, estaba dada de alta en hacienda, pagaba mis gastos fijos y había empezado a trabajar con mi hermana para despegar juntas, teníamos tantas ideas y sueños que empezábamos a cumplir con el proyecto de #FloresParaMi. Siempre había sido muy sola, en todo.
Sólo pensaba en mi hija. Había escuchado que el virus les afectaba mucho a los que tienen asma. El día que nació en la noche nos dio un susto tremendo porque se nos puso morada un microsegundo y más tarde en noviembre de su segundo año empezó nuestra relación con el Combivent. De noviembre a febrero había que equiparnos para evitar que sus bronquios sensibles se afectaran por cambio de clima o una gripa del cole. Yo la veía tan chiquita con el Aerochamber (la válvula para niños donde presionas el inhalador y ellos lo inspiran de una manera más fácil que el nebulizador) tamaña trompeta en carita tan chiquita. Ella se acostumbró y yo también.
El homeschool por otro lado, lo había platicado con la directora del cole hace un año, había rondado en mi cabeza hace tiempo y al final nunca me atreví a hacerlo. Era mucho compromiso personal y yo siempre volaba con lo profesional, entonces desistí. El tema escolar, de la primaria, de los colegios y de toda la educación había sido tema con Piero desde siempre. Cada salida los martes al sushi era el tema que nos dejaba exhaustos. Nos sentábamos, y ya era broma decir -¿Entonces? ¿Qué escuela vamos a escoger?-.
Todo lo que pensamos no es precisamente lo que está sucediendo.
Cuando me casé, lo hice con la idea de que el hombre tomaba las decisiones de la casa (idea por supuesto de Televisa) porque jamás fue así en casa de mis papás. Una noche tuvimos una plática muy, para mi, aterradora, antes de poder tener a Massimo en mi vientre. Trabajaba en gobierno de 8 a 3. Por un lado estudiando y aprendiendo todo sobre fotografía y entregando mi diseño de las placas de coches por otro. La foto de bodas de destino, que implicaba viajar, se acercaba cada vez mas a mi y yo me volvía loca con la idea. Me fascinaba pensarlo. Entonces, una noche de vinito tinto, hablamos seriamente. Él quería saber dónde estaba parado porque queríamos empezar nuestra familia y a la vez yo estaba viajando en los momentos críticos para poder lograrlo, habían pasado dos meses sin que yo estuviera al cien en la supuesta decisión familiar.
Pero a mí me ilusionaba, me hacia en aviones y en bodas destino. Creo que hasta hoy, él no se sabe esta historia de mi cabeza. Porque yo quería empatar ambas cosas pero a la vez pensaba que si le contaba esta ilusión se iba a separar de mi. Mi miedo era terrible. En mi cabeza. Las palabras fueron saliendo de a poco, me escuché diciéndole que la foto era algo importante para mi y que cómo le hacíamos para que pudiera seguir haciéndolo, con viajes incluídos, por supuesto. Su respuesta fue una total negociación con resolución totalmente satisfactoria. Sentí que había ganado mi primer batalla contra mí misma. Quien sabe cuantas veces decidí no decir nada antes, con el y con los míos.
Aquí empezó mi viaje para ir descubriendo lo que sí quería hacer de ahora en adelante, empecé a escuchar mi propia voz. Era finales del año 2012, tenia 31 años…
Iniciamos el encierro. Carissa de 3 cursando el primero de Kinder y Massimo de 6, viviendo la transición de su graduación de Kinder para entrar a primaria. Ninguno de los dos a vuelto a pisar un colegio desde entonces. Los primeros meses para mí fueron una total perfección, organizaba todos sus días, hacíamos todo lo que yo imaginaba era hacer homeschool, trabajaba de más con tal de no perder mis clientes y empecé a amar la cocina, la limpieza, organizar mi casa.
El ritmo de vida que llevábamos por inercia nos hacia dejar de vivir plenamente en nuestra casa, es más, ni siquiera sabíamos que significaba eso. Realmente empecé a disfrutar cada rincón, cada momento del día, cada entrada de luz, me empecé a dar cuenta de los espacios que teníamos y reorganizarlos para que pudiéramos estar agusto todos. Mi casa ha cambiado tanto y jamás se había remodelado tantas veces, no por estética sino por funcionamiento según la necesidad del momento. El comedor, que cero usábamos, se convirtió de la noche a la mañana en el salón de clases y estudio de foto al inicio pero hace poco regresó a ser comedor y espacio creativo. Los niños dormían separados y ahora ocupan solo una recámara para los dos y el otro cuarto ahora es de juguetes y salón de clases. El estudio, es oficina y gimnasio. Mi cuarto es mi cuarto y el de todos en la noche. Cada espacio ha mutado y se ha vivido como nunca.
Me ha dejado tanto que aprender este encierro: conocer mis verdaderos deseos. Ahora identifico perfectamente mis necesidades personales y profesionales. Funciono muy bien si hago ejercicio, como bien, duermo ocho horas y despierto sin interrupciones (cosa que no siempre logro porque Carissa se pasa a mi cama últimamente), tengo un tiempo para ver la tele sola, viajamos cuando se puede o salimos de la casa mínimo a pasear a Bella. Identifico que me gusta mucho estar sola, cosa difícil para tiempos de pandemia. Me ha sorprendido que no ha sido imposible. En mi cabeza nuevamente había otra idea. Con niños jamás estas sola ni puedes darte un tiempo para ti, ni siquiera pensar en descansar con ellos alrededor. Error.
Subestimar a alguien, exigirle perfección en todo sentido a la vida, tratar de controlar cada cosa que hacen los demás, definitivamente ahora sé que NO es amarlos sin condiciones. Sino sucede algo como yo quiero o como espero (vaya expectativa mía) me causa tic. Ese es mi punto ciego y ahora lo veo. Lo veo asomarse cuando Massimo deja todo su escritorio de trabajo lleno libros, iPad, juguetes, platos y además esta viendo la tele, o cuando Carissa bajó de su cuarto todos los microjuguetes y están esparcidos por todo el suelo de la sala pero eso sí agrupados por zonas.
Gracias a ESE tiradero de Massimo el está aprendiendo no solo a tomar sus clases y hacer sus tareas, sino a ser responsable. Gracias a ESE desplegamiento de juguetes Carissa esta aprendiendo a entretenerse en algo que solo a ELLA le gusta y disfruta. Y gracias a ESO yo puedo darme todos esos tiempos sola que necesito para funcionar bien. Mi exigencia de perfección es mi talón pero al mismo tiempo si me rindo a exigirlo, recibo MAS y les puedo dar MAS a ellos. Puedo lograr ser MAS PARA LOS MIOS.
Dejé Facebook y WhatsApp por mi bien, he querido “desaparecer” de las redes desde hace mucho que por fin lo logré. Tantas redes sociales desde 2009 necesitaban un descanso forzoso. Más que un año sabático, apenas anoche pensé en esa palabra: sabático. La pregunta fue ¿qué sí disfruto? Mi blog e Instagram. Vacío mi cabeza en mi blog y comparto lo que vaya creando en mi insta, sin prisas, sin ninguna meta mas que compartir mi viaje y aprendizaje en esta experiencia de la vida.
Me organicé para poder dejar el trabajo de lunes a viernes por primera vez en toda la pandemia y logré sentarme a escribir. También, hace rato que encontré en mi buró el Aerochamber de Carissa y me decidí por fin a hacer lo que he pensado hacer desde que inició el encierro en marzo: guardarlo en la caja de medicinas de los niños que tenemos refundida y abandonada en la gaveta de la cocina.